Muchas empresas abordan su salida a un mercado alternativo como un trámite financiero, sin entender las implicaciones estratégicas, reputacionales y de gobierno que conlleva. Este artículo recoge los 10 errores más comunes que comprometen la creación de valor antes, durante y después de cotizar.
El acceso a un mercado alternativo —como BME Growth, BME Scaleup, Euronext Growth o Euronext Access — constituye un hito transformador en la trayectoria de una empresa. Sin embargo, no es un mero trámite financiero, sino un punto de inflexión estratégico que exige una preparación rigurosa, una narrativa institucional sólida y un cambio cultural profundo.
El equipo de Rubicon Financial Advisors ha participado en numerosas operaciones en mercados alternativos y observado patrones comunes de error que comprometen seriamente el éxito de estas transacciones. Este artículo recoge los diez más relevantes.
Uno de los errores más recurrentes es abordar el acceso al mercado como una vía reactiva para resolver una necesidad de liquidez, sin una visión estratégica clara que articule el propósito, la ambición y la hoja de ruta de la compañía.
La salida a cotizar debe enmarcarse en una narrativa de transformación: no se trata únicamente de captar fondos, sino de reforzar el posicionamiento competitivo, institucionalizar la gestión, atraer talento o preparar una eventual sucesión.
Las compañías que no construyen un equity story coherente y ambicioso, orientado a inversores sofisticados, suelen encontrar dificultades no solo en la colocación, sino también en la sostenibilidad de su cotización.
El acceso al mercado ofrece múltiples ventajas más allá de la financiación: posibilidad de realizar adquisiciones vía canje de acciones, mejora del perfil reputacional y comercial, acceso a nuevos socios estratégicos, atracción y retención de talento con esquemas de retribución variable ligados al valor bursátil, entre otros.
Sin embargo, muchas compañías se limitan a ver la cotización como un hito financiero puntual, y no como una herramienta estructural que puede potenciar la agenda de crecimiento inorgánico, internacionalización o sucesión patrimonial.
Desaprovechar estas palancas supone una infrautilización clara del valor estratégico que ofrece el mercado.
El mercado penaliza la opacidad y recompensa la transparencia sostenida. Cumplir con las obligaciones mínimas (juntas, cuentas anuales, participaciones significativas) no es suficiente para generar tracción en la acción ni para atraer nuevos inversores.
La falta de reporting regular, guidance financiero, comunicación de hitos corporativos o relación proactiva con inversores limita severamente la liquidez del valor y debilita la percepción de profesionalismo.
Cotizar exige adoptar una cultura de comunicación permanente y estructurada, orientada al mercado y con vocación institucional.
Es habitual que la compañía estructure la operación de ampliación de capital o salida a Bolsa priorizando únicamente sus intereses: maximizar el importe captado, minimizar la dilución o fijar una valoración ambiciosa.
Sin embargo, los inversores profesionales analizan cada operación bajo parámetros de rentabilidad esperada, horizonte de desinversión y liquidez futura. Si la estructura de la operación no ofrece un equilibrio atractivo riesgo–retorno, simplemente no acuden.
Las operaciones exitosas son aquellas que alinean los incentivos del emisor con los del inversor, entendiendo que la relación de confianza es el verdadero activo a preservar.
Los equipos de asesores que acompañan a una empresa en su salida al mercado son un reflejo de su ambición, su rigor y su profesionalismo.
Contar con una firma auditora y legal de nivel Tier 1 o Tier 2 aporta credibilidad a la operación, asegura la calidad del due diligence y transmite al mercado una señal clara de exigencia interna.
Optar por asesores sin experiencia contrastada en procesos de mercado, o con vínculos excesivamente informales con el equipo promotor, genera dudas sobre la solidez del proyecto. El mercado, en este sentido, observa tanto al actor como al coro.
Un consejo de administración multidisciplinar, con consejeros independientes reales (no nominales), comités activos y reglas claras de toma de decisiones, es una condición casi sine qua non en el contexto actual del capital institucional.
La falta de gobernanza profesionalizada suele asociarse a empresas familiares o fundacionales que no han transitado aún hacia un modelo institucional. Esto genera inquietud entre inversores minoritarios sobre posibles conflictos de interés, falta de rendición de cuentas o riesgo de decisiones unilaterales.
El mercado busca equilibrio, independencia y visión colectiva. No premiará una estructura opaca, aunque el negocio sea atractivo.
La credibilidad se construye en la ejecución. Muchas compañías proyectan planes de negocio excesivamente optimistas durante el proceso de colocación, que luego no son capaces de cumplir. El mercado penaliza con dureza estas desviaciones.
El enfoque más saludable es el de underpromise & overdeliver: presentar un plan realista, con márgenes de seguridad, y mantener un cumplimiento disciplinado del mismo.
Además, es recomendable ofrecer guidance financiero anual (y si es posible, trimestral), así como publicar un plan estratégico a tres años vista que permita al inversor hacer un seguimiento sistemático de la evolución del negocio.
Uno de los errores más delicados es fijar un precio excesivamente alto en la salida a Bolsa, restando todo el potencial de revalorización a la acción. Esto suele hacerse con la intención de reducir la dilución del fundador, pero el efecto colateral es la frustración de los inversores y la presión bajista sobre el valor.
Una práctica inadecuada consiste en justificar la valoración incluyendo el crecimiento que se espera lograr gracias a los fondos captados en la operación, sin trasladar parte de ese valor creado al inversor que la financia.
Lo razonable es fijar la valoración en base a la situación actual (pre-ampliación) y permitir al inversor capturar una parte del valor futuro como premio al riesgo asumido.
Algunas compañías otorgan simultáneamente a una misma firma los roles de asesor registrado, banco colocador y proveedor de liquidez. Esta configuración, aunque cómoda inicialmente, genera dependencia estructural y limita la capacidad de reacción en caso de insatisfacción con alguno de los servicios.
En la práctica, muchas empresas se ven atrapadas en relaciones contractuales difíciles de romper sin consecuencias reputacionales o estratégicas. Lo ideal es contar con un ecosistema de asesores especializado, diversificado y sin conflictos cruzados.
La preparación de la salida a Bolsa puede consumir tiempo, recursos y atención del equipo fundador. En muchos casos, esto se traduce en una caída temporal del rendimiento operativo justo antes o después de cotizar.
Posteriormente, es frecuente ver cómo el fundador se obsesiona con la evolución diaria del precio o con la liquidez de la acción, en lugar de centrarse en seguir generando valor operativo.
La cotización no debe sustituir al negocio. Las compañías que mantienen el foco en ejecutar, comunicar con claridad y cultivar la confianza del mercado suelen ver cómo la valoración bursátil converge progresivamente con su valor intrínseco, aunque con cierta latencia temporal.
El acceso a un mercado alternativo es una oportunidad estratégica extraordinaria para aquellas compañías que están preparadas para actuar con madurez institucional.
Evitar estos diez errores no garantiza el éxito, pero sí sienta las bases para una relación sólida, duradera y rentable con el mercado.
Porque en mercados de capital, como en la vida, la reputación se construye lentamente, pero se puede perder en un solo ejercicio mal ejecutado.